domingo, 12 de agosto de 2007

Bright Eyes - At The Bottom Of Everything

Hace unas semanas, tomé un vuelo equivocado y una aterradora turbulencia me hizo pensar de pronto en el azar ¿Acaso mi error terminaría por expulsarme violentamente del juego? Preferí entonces pensar en algo distinto. Si el avión inicia una caída estrepitosa, yo R. continuaré sonriendo, como si estuviera en camino a una fiesta, a una celebración inolvidable, sin taquicardias ni sobresaltos, tal como el video de la canción At the bottom of everything, del grupo norteamericano Bright Eyes. Escúchenlo…

miércoles, 8 de agosto de 2007

MI PROBLEMA CON LOS GATOS

Mi edificio huele a pichi de gato. Sí, como lo oyeron, a PICHI DE GATO.

Hablo de una mezcla de olor entre ácido muriático y desinfectante quirúrgico, a pasto húmedo y putrefacto con una pizca de excremento de perro con parvovirus, una sensación insufrible, un ambiente fétido, en resumidas cuentas: un olor a mierda. Lo malo de este hedor felino no es que solo se impregna por días en mi ropa, en mi pelo y que queda adherido como una lapa en mi indefensa pituitaria, sino que despierta de golpe estas taquicardias incontrolables, estos sístoles y diástoles acelerados, con solo pensar en todas las enfermedades que flotan en el contaminado aire de mi edificio.
Vamos, ¿Acaso no saben que los gatos transmiten las toxoplasmosis? Yo lo sé muy bien y por eso convivo con la fobia de contraer ese virus horrendo, cada vez que cruzo, inevitablemente, la puerta del departamento 206.

Llevo ahora mismo en mi bolso un pañuelo empapado en alcohol, que sujeto fuerte contra mi nariz cada vez que cruzo esa casa repleta de toxoplasma gondii, ese parásito infame que ha elegido a los gatos como el lugar ideal para completar su ciclo de vida, esos bichos microscópicos que saben que verán la luz al final del túnel una vez que el gato los expulse en uno de sus excrementos cotidianos. Y sí, ahí, ese protozoario infernal, vuelve a la vida, resucita en cada hedionda torta de gato, y espera imperturbable, quieto, la llegada de una de sus víctimas, víctimas como yo R., el mejor bufón que el azar ha encontrado por estos lares.

Ahora mismo entré a Internet, para averiguar que síntomas debo detectar en mi cuerpo para saberme contagiada de toxoplasmosis: "...dolores musculares, dolor de cabeza y aumento del tamaño de los ganglios linfáticos". Me concentré en mi cuerpo, en silencio, intenté relajarme, solo para percibir si más allá de las taquicardias, mi organismo estaba ya infectado. De pronto sentí un dolor en la rodilla derecha, un malestar a la altura del cuello, la espalda un poco acalambrada, sentí un pequeño espasmo en el lóbulo derecho de mi cabeza, y los ganglios, parecen normales, pero como saber si tienen el tamaño natural si no suelo tocarlos nunca. Toxoplasmosis, no cabía duda, los parásitos se deslizaban ya por mi torrente sanguíneo, pronto empezaría a perder la vista, mi sistema nervioso central podría colapsar en cualquier momento y luego la luz al final del túnel, igual que los toxoplasma gondii en la caca de gato, el más allá, el viaje sin retorno. Sí, estaba infectada. Llamé entonces a Juan Francisco, un doctor amigo de la familia, lo levanté a las 11 de la noche, no importaba, quizá él podría salvarme:

-¡Hola! ¿Quién es?
- Juan Francisco, soy yo, R.
-¿Qué pasa R.? ¿Estás bien?
-No lo sé. Hay gatos en mi edificio y…
-¿Gatos? Y me llamas para decirme que hay gatos a esta hora…
-Es que estuve navegando en Internet y leyendo un poco sobre la toxoplasmosis; tú sabes, esa enfermedad que transmiten los gatos. Creo que tengo todos los síntomas. No sé que hacer, no sabía a quién llamar. Perdón.
-R. es cierto que los gatos trasmiten la toxoplasmosis, pero solo podrías haber contraído el virus si hubieras estado en contacto con las eses del gato ¿Acaso te las has comido?
-No, jajajaja…No, para nada, claro, solo que huele tan fuerte a orín de gato que esos parásitos deben estar flotando por todas partes, deben estar en el aire ¿no?
-¿Te comiste la caca de un gato sí o no?
-No, no, no, como se te ocurre, no, no...NO!
-Vuelve a dormir entonces, es imposible, relájate R. tienes que hacer algo con esas taquicardias, esas sí te mandarán a la tumba. Vuelve a dormir, hablamos mañana.
-Sí, disculpa Doc, creo que el olor me está enfermando. Adiós.

Acabo de hacer el ridículo, pero igual me sigo sintiendo extraña. No comí caca de gato, no he tocado la caca de gato, a las justas he visto la caca de gato, estoy bien, tengo que estar bien.
Mientras repetía una y otra vez mi mantra antitortafelina, decidí correr la cortina cuidadosamente y husmear desde la ventana de mi cuarto, espiar de reojo a mis vecinos ¿Cuántos gatos pueden tener ahí dentro? Las luces de la sala se encendieron y allí en medio de ese lugar logré divisar veinte gatos, cinco más en el cuarto que da a la ventana, dos en el marco de la puerta y otros dos saltando por los techos del edificio. Era el paraíso de los gatos, una suerte de refugio felino, como si los gatos después de morir, en lugar de ir al cielo, se desviaran hacia el departamento 206, el edén gatuno. 29 gatos, 29 ágiles caballos armados de afiladas garras, 29 miradas aterradoras y cacas infectadas, 29 potrillos cabalgados por microscópicos parásitos guerreros TG (toxoplasma Gondii) dispuestos a exterminar, a acabar con todo organismo vivo de mi edificio: Era el inicio de una Guerra Bacteriológica. Solo debo alejarme de la caca de gato, eso dijo Juan Francisco y eso mismo haré. No comí caca de gato, no he tocado la caca de gato… estoy bien, tengo que estar bien.


Ahora sorteo cada una de las cagadas que quedan regadas por las escaleras, atravieso aéreamente cada charco de pichi y logro controlar así a mis taquicardias. Por supuesto, sigo usando el pañuelo para proteger mi nariz de ese hedor gatuno. Los vecinos ya enviaron una carta a Digesa, piden el desalojo inmediato de los inquilinos y los felinos del 206. Espero que inicien pronto la retirada ¡Hasta mañana! Hoy me toca contar gatos.

* Ilustración: www.pixelgirlpresents.com