Hace unos días, uno de mis hermanos recordó un poema del nicaraguense Ruben Darío: "La cabeza del Rawí". Y entonces caí en la cuenta que era uno de los favoritos de El Viejo enterrador de la comarca. Este peculiar personaje, a quien tuve la suerte de conocer gracias a la imaginación de mi padre, recitaba de corrido el poema de Darío, como un exquisito preámbulo de esas inolvidables noches de cuentos sin bombillas. Este es tan solo un pequeñísimo homenaje a mis padres.
LA CABEZA DEL RAWÍ
(Cuento oriental)
I
¿Cuentos quieres, niña bella?
Tengo muchos que contar:
de una sirena de mar,
de un ruiseñor y una estrella,
de una cándida doncella
que robó un encantador,
de un gallardo trovador
y de una odalisca mora,
con sus perlas de Bassora
y sus chales de Lahor.
II
Cuentos dulces, cuentos bravos,
de damas y caballeros,
de cantores y guerreros,
de señores y de esclavos;
de bosques escandinavos
y alcázares de cristal;
cuentos de dicha inmortal,
divinos cuentos de amores
que reviste de colores
la fantasía oriental.
III
Dime tú: ¿de cuáles quieres?
Dicen gentes muy formales
que los cuentos orientales
les gustan a las mujeres;
así, pues, si eso prefieres
verás colmado tu afán,
pues sé un cuento musulmán
que sobre un amante versa,
y me lo ha contado un persa
que ha venido de Hispahán.
IV
Enfermo del corazón
un gran monarca de Oriente,
congregó inmediatamente
los sabios de su nación;
cada cual dio su opinión,
y sin hallar la verdad
en medio de su ansiedad,
acordaron en consejo
llamar con presura a un viejo
astrólogo de Bagdad.
V
Emprendió viaje el anciano;
llegó, miró las estrellas;
supo conocer en ellas
las cuitas del soberano;
y adivinando el arcano
como viejo sabidor,
entre el inmenso estupor
de la cortesana grey,
le dijo al monarca: —!Oh Rey!
Te estás muriendo de amor.
VI
Luego, el altivo monarca,
con órdenes imperiosas
llama a todas las hermosas
mujeres de la comarca
que su poderío abarca;
y ante el viejo de Bagdad,
escoge su voluntad
de tanta hermosura en medio,
la que deba ser remedio
que cure su enfermedad.
VII
Allí ojos negros y vivos;
bocas de morir al verlas,
con unos hilos de perlas
en rojo coral cautivos;
allí rostros expresivos;
allí como una áurea lluvia,
una cabellera rubia;
allí el ardor y la gracia,
y las siervas de Circasia
con las esclavas de Nubia.
VIII
Unas bellas, adornadas
con diademas en las frentes,
con riquísimos pendientes
y valiosas arracadas;
otras con telas preciadas
cubriendo su morbidez;
y otras, de marmórea tez,
bajas las frentes y mudas,
completamente desnudas
en toda su esplendidez.
IX
En tan preciada revista,
ve el Rey una linda persa
de ojos bellos y piel tersa,
que al verle baja la vista;
el alma del Rey conquista
con su semblante la hermosa,
y agitada y ruborosa
llena de temor
cuando el altivo Señor
le dice: —Serás mi esposa.
X
Así fue. La joven bella
de tez blanca y negros ojos,
colmó los reales antojos
y el Rey se casó con ella.
¿Feliz, dirás, tal estrella,
Emelina? No fue así:
no es feliz la Reina allí
la linda persa agraciada,
porque ella está enamorada
de Balzarad el rawí.
XI
Balzarad tiene en verdad
una guzla en la garganta,
guzla dúlcida que encanta
cuando canta Balzarad.
Vióle un día la beldad
y oyó cantar al rawí;
de sus labios de rubí
brotó un suspiro temblante...
Y Balzarad fue el amante
de la celestial hurí.
XII
Por eso es que triste se halla
siendo del monarca esposa,
y el tiempo pasa quejosa
en una interior batalla.
Del Rey la cólera estalla,
y así le dice una vez:
—Mujer llena de doblez:
di si amas a otro, falaz.—
Y entonces de ella en la faz
surgió vaga palidez.
XIII
—Sí —le dijo—, es la verdad;
de mi destino es la ley:
yo no puedo amarte, ¡Oh Rey!
porque adoro a Balzarad.—
El Rey, en la intensidad,
de su ira, entonces, calló;
mudo, la espalda volvió;
mas se vía en su mirada
del odio la llamarada,
la venganza en que pensó.
XIV
Al otro día la hermosa
de parte de él recibió
una caja que la envió
de filigrana preciosa;
abrióla presto curiosa
y lanzó, fuera de sí,
un grito; que estaba allí
entre la caja, guardada,
lívida y ensangrentada
la cabeza del rawí.
XV
En medio de su locura
y en lo horrible de su suerte,
avariciosa de muerte
ponzoñoso filtro apura.
Fue el Rey donde la hermosura,
y estaba allí la beldad
fría y siniestra, en verdad,
medio desnuda y ya muerta,
besando la horrible y yerta
cabeza de Balzarad.
XVI
El Rey se puso a pensar
en lo que la pasión es,
y poco tiempo después
el Rey se volvió a enfermar.
4 comentarios:
No he podido evitar emocionarme al recordar las noches del viejo enterrador, gracias bb.
Pronto volveremos a recordar a Balsarad y......
Maravilloso homenaje a la memoria. A la tuya y a la de los tuyos. Sorprende saber - y lo digo con agrado - q un verso tan preciso puede haber marcado en los circuitos de tu imaginación una alegoría imperdurable. Felicito a las nacientes metáforas ahí escondidas, que florecientes y tercas te cuentan, sin desenfado, y en una rima de calibre irrepetible una suculenta historia de amor mágico y trágico. Cuán vigente esta don Ruben Darío, no? Sabes? Ya para cerrar hace muchos años, tuve la fortuna de leer a Vargas Vila en su texto sobre el Poeta de Nicaragua, y lo que me impacto fue cuando escribió que el espíritu de Darío estaba hecho de “abismos y serenidades”. En suma, de taquicardias. Que loco,¿no?
ON
de rima en rima y estrofa y estrofa algo queda que se nota pero he de decir también que, si bien está muy bien lo escrito por Rubén, se extraña, por tu bien, tu prosa, sea pues que, por el homenaje, esperare la siguiente entrega entre versos y alabanzas.Síguele R.
Me encanta este poema y me alegro al saber que no soy la única al tenerlo de favorito y no soy la única en recordar orgullosamente a mi paisano Darío. Gracias por leer la literatura nicaraguense y conocernos a nosotros los nicas como gente culta.
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