domingo, 30 de septiembre de 2007

BOCANADAS DE HORROR



El efecto que ejerce en mí la marihuana es siempre el mismo: suplantar la realidad por la ficción. En mi caso, no hay nada de maravilloso en este salto al vacío, para nada, créanme, fumar de la verde pradera de los Ingalls, solo me lleva a vivir de golpe escenas angustiantes, persecuciones, pesadillas, en resumen, me empuja a cogerle los pies a la muerte.
Recuerdo la segunda vez que fumé yerba, si no cuento la primera es porque no surtió efecto en mí. En fin, la segunda vez, estaba en casa, tomando una cerveza con K., mi mejor amiga del colegio, quien tuvo la brillante idea de fumar marihuana. Era la segunda vez para las dos. K. lo tenía planeado.

Armamos con dificultad un porro, lo roleamos con la vieja técnica del billete y lo encendimos. Primera pitada, nada, segunda, nada, tercera, nada: K. no siento nada ¿No estará pasada? Esta llena de pepitas. Fuma más R., fuma, a ver si con la yerba controlas tus taquicardias, puede ser el antídoto que necesitas eh! Además, es super natural. Cuarta pitada, nada, quinta, nada, sexta, nada. De pronto, suena el intercomunicador, venían a buscarnos. La puerta del primer piso estaba dañada, vivía en un décimo piso entonces, y K. se ofreció a bajar para abrir. Pasaron 30 segundos, un minuto y empezó de golpe la pesadilla. ¿Dónde está K.? ¿Por qué no regresa? ¿Por qué tarda tanto? Empecé a recorrer el departamento buscándola, no la encontraba, ¿K.? ¿Dónde estás K.? Recordé que había bajado al primer piso, traté de mirar la entrada del edificio desde una ventana para ver si lograba divisarla, no la encontraba, pensé entonces que solo quedaba una opción: a K. la estaba atacando un maniático, un loco que seguro la iba a violar y luego, como conclusión infame de su crimen, K. sería cercenada, cortada en trocitos. Baje las escaleras buscando en cada entrepiso a los asesinos ¿K.? ¿Dónde estás K.? Regresé sollozando a mi departamento y al empujar la puerta me tropecé al dar un paso y mi cabeza se estrelló contra la reja de entrada, me di tremendo cabezazo y empecé a reír, a reír como no lo hacia en tiempo. K. estaba sentada ya en la sala con unos amigos y, como si adivinara todo lo que acaba de vivir en tan solo cinco minutos, empezó a reír conmigo. K. y yo siempre tuvimos esta conexión especial, éramos grandes amigas, las mejores, habíamos aprendido a descubrir el mundo juntas, sin nadie más, solo las dos, dándonos tropezones en el camino, pero sobretodo riendo, riendo muchísimo. A K. la extraño siempre, ella no está más.

Siguiente pesadilla.

Viajé a Montañitas, una playa de Ecuador. En ese viaje J. insistía en que debíamos fumar pero, sobretodo yo, que yo R. debía fumar mucho porque “mi cabeza dura” necesitaba una dosis fuera de lo normal. A riesgo de sufrir ataques de taquicardia y paranoias demenciales acepté y fumé casi ocho pitadas de un porro para relajarme, para respirar distinto, para ver el mar de noche y tirarme panza arriba a ver la luna inmensa y las estrellas que viven huyendo del cielo de Lima. Cuando decidimos ir a caminar, aún sin sentir un cambio en mi estado de ánimo, vi a J. temblando, pensé que estaba a punto de morir, que iba a caer al suelo y quedar allí, tendido. Pero a parte de ser consciente de que la muerte de J. era inminente, estaba segura de que los habitantes de Montañitas no nos querían en su playa, querían echarnos, planeaban derribarnos y propinarnos tremenda golpiza. La consigna: Matar a los foráneos.

-Corre J. nos van a matar ¿Te sientes bien? Vamos a una posta, nos siguen.
-R. estás fumada tranquila, disfrútalo…
-Tenemos que encontrar una posta, sujétate de mi brazo. Nos están siguiendo ¿Qué hacemos? Reaccionaaaaaa...

Las taquicardias ametrallaban mi pecho, no me dejaban escuchar, me costaba respirar. Era un infierno. Si a eso le llaman relajarse un poco, debo decir que entonces no cambio mis taquicardias por nada. Prefiero mis sístoles y diástoles violentos, mi caja toráxica reventando incansable, mis fobias y miedos naturales, a ser linchada por un grupo de hippies asesinos. Me preguntaba entonces dónde había quedado todo el rollo de la paz y la lucha contra la guerra. Sentí un ligero mareo, creí desvanecerme, levanté la vista y estaba de pronto en una fiesta, en una gran fiesta en Montañitas. Era año nuevo. Sí, era año nuevo, nadie nos perseguía y J. bailaba feliz por la calle, incontrolable. Estaba sentada en la vereda tiritando de frío y tenía un hambre voraz. Compré una crepe de chocolate, otra de dulce de leche y las comí de golpe. Recuerdo el chocolate chorreándose por mis manos, brillante, chupe uno de mis dedos y otro y otro más y debo confesar que esas fueron, probablemente, las crepes más ricas que he comido en toda mi vida.

Escribo esta historia ahora, porque hace unos días una amiga me propuso tomar un vino y fumar un poco para relajarnos. Solo atiné a reír y a responderle, categóricamente: ¡NO! soy alérgica a la yerba. En fin, confío en no ser la única que abandona por instantes la realidad ¿A alguien le pasa lo mismo?

P.D. Aclaración:
Estoy preocupada, acaban de confundirme hace unos días en un periódico local con una reportera de televisión que se llama, si mal no recuerdo, Alexa Vélez. Ante esta infamia debo decir que yo soy R., R. Y no saben el mal que me hacen al confundirme con una periodista que denuncia gente y a la que deben perseguir u odiar. Yo solo exorcizo mis demonios en este blog y lucho contra mis taquicardias, taquicardias que con esta nueva noticia se han triplicado.
* Ilustración: Deviant Art homepage.

3 comentarios:

George dijo...

uy!!, qué terrible, a mi a veces me ha sucedido, y sin tomar o fumar nada !!!

(qué será no?)

Anónimo dijo...

R, que loco tu recreo, pero, es inimaginable para mí, tener un mapa tuyo, en un trance de ese tipo. Si, es verdad, no entra en mi esquema, no por ser un tontin que no puedo respetar una decisión libre del ajeno, sino simplemente, porque, no se porque buscas el relajo; si presumo, que dejarías de ser tú: sobria, obsesiva, vulnerable, hipocondríaca, dulce, agorafobica, venerable, inteligente, neurótica, etc. Ósea me explico R, eres como un guión de Woody Allen, y sólo imagínate al mago de New York relajado, yo no puedo verlo así. Algo así te veo, viste.?
ON

Tebas dijo...

Wow! Que mal viaje. A veces pasa. Depende de como esta uno en ese momento y las preocupaciones que lo atormentan. A no ser por eso y si estas contenido con gente de confianza en un lugar tranquilo despreocupate, solo queda disfrutarlo.