martes, 13 de noviembre de 2007

La historia exagerada de Don F. y de "el amigo de don F. que siempre hace escándalos"


Hace unos días tomé un taxi para ir a casa y a mitad de camino el conductor, quizá para buscar un poco de compañía en el trayecto, sintonizó RPP noticias y una voz que venía de las entrañas de la radio anunció, sin anestesia, que una mujer estaba a punto de lanzarse al vacío; suicidarse.

(En la radio) “¡No!! ¡Va a saltar! ¡Por favor no saltes! ¡Alguien haga algo!, ¡no, no…no lo hagas!”.

Mis taquicardias volvieron de golpe y a mil revoluciones por minuto, tenía una suerte de mambo acelerado en el pecho.

(En la radio) “Es una mujer, esta parada en el borde de la ventana, en un cuarto piso, nadie puede detenerla, está llorando, no saltes por favor, no, no lo hagas”.

El taxista conducía temblando, podía percibir el brillo del sudor de sus manos en el timón, estaba casi paralizado y manejaba quizá por inercia.

(En la radio) “Va a saltar, se está descolgando, no, no, se sostiene con una sola mano, lo piensa, noooo,…Saltó (silencio)”.

El taxista frenó de golpe, casi acabo estampada contra el parabrisas y el carro de atrás, por suerte, se detuvo de inmediato, el chirrido fue ensordecedor. El chofer volteó, me quedó mirando, despegó los labios y pudo entonces articular una frase: ¿Por qué no hizo nada? Es porque la muerte les da de comer.

Ese episodio me hizo saltar pero al pasado. INVIERNO DE 1997: Vivía entonces en el piso diez de un edificio en Miraflores, mi vecino era un dipsómano y, de cuando en vez, se convertía en un dipsómano escandaloso, bochinchero; un borracho mata sueño. Recuerdo con detalles la noche previa a la historia que estoy a punto de contarles. Don F. había bebido como de costumbre más de la cuenta y el amigo de don F. que siempre hace escándalos también estaba sediento y cuando digo que el amigo de don F. que siempre hace escándalos estaba sediento, solo trato de decirles que mi insomnio estaba asegurado. Esa noche ambos habían decidido celebrar a codo suelto su alcoholismo. Y yo estaba condenada, esa madrugada, a huir de los brazos de Morfeo. 8:00 AM: Don F. y el amigo de don F. que siempre hace escándalos estaban callados, quizá dormían desparramados en el suelo, tras exprimirle hasta la última gota de vida a esas botellas que habían succionado como un par de exploradores deshidratados.

El ascensor estaba dañado, así que tuve que bajar los diez pisos con toda mi mala noche acuestas. Esta agotadora ruta me obligaba a bordear todo el estacionamiento para poder llegar al fin a la puerta de salida. Cuando me acercaba, casi a rastras, al primer piso, noté un movimiento inusual, extraño, los guardianes entraban y salían y una manta celeste cubría un bulto sin forma tendido en el suelo. El bulto empezó a tomar de a pocos la forma de un hombre y la sangre comenzó a expandirse por el celeste, los primeros rayos de sol hacían brillar el charco de sangre que manchaba el cemento a un lado del cuerpo, alguien había muerto: don F. o el amigo de don F. que siempre hace escándalos. Me acerqué, un poco más, procurando respirar hondo para contener mis taquicardias y darle así un chance a la curiosidad y al morbo: ahí estaban los mocasines marrones de don F., eran sin duda sus zapatos. Quizá el ya lo sabía, ya lo tenía planeado y por eso disfrutó a grito pelado su última noche. Rufino, el guardián del edificio, me contó que durante la madrugada Don F. y el amigo de don F. que siempre hace escándalos estuvieron balanceándose de la ventana, jugando como dos niños, ebrios a morir, felices, sin contar que diez largos pisos los apartaban del cemento.

Sí, así empezó mi mañana, con don F. reducido a un bulto bañado en sangre, con la cara de horror de los vecinos, con la imagen de el amigo de don F. que siempre hace escándalos observando pálido la escena desde el décimo piso y con las taquicardias multiplicándose minuto tras minuto.

No hubo más ruido ni bochinche ni la sensación de compañía aunque extraña, que sentía cada vez que don F. bebía y gritaba; gritaba y bebía. No supe nada más de el amigo de don F. que siempre hace escándalos. No lo volví a ver. Y a ese edificio tampoco regrese. La verdad es que huí de él para buscar un poco de sosiego, para respirar distinto y heme aquí, en esta turbadora guarida, en este nido de violentas palpitaciones, donde ha sido muy fácil para el azar encontrarme.

2 comentarios:

George dijo...

uy, que feo... un suicidio :'(

Anónimo dijo...

¿Por qué no hizo nada? Es porque la muerte les da de comer.
R; la frase de ése ilustre hombre es por demás genial. De alguna forma ha descrito lo patológico que se puede ser en las artes de la comunicación ¿no?
ON